miércoles, 11 de noviembre de 2009

DE LA PLUMA DE DANIEL DEL VECCHIO

miércoles, 11 de noviembre de 2009, 10:54 pm
De: "Daniel Del Vecchio" Ver detalles del contactoA: "Debbie@DelVecchio.org"

Una Palabra Personal Para Ti


El camino a Emaús
12 de Noviembre de 2009


“Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.



E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.



Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, JESÚS mismo se ACERCÓ, y CAMINABA CON ELLOS.



Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.



Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, Y POR QUÉ ESTÁIS TRISTES?” (Lucas 24:13-17)

Amados hermanos,

Si algunos sufrieron desilusión, indudablemente, fueron los discípulos de Cristo. Tenían tanta esperanza en que Jesucristo, sería Rey y gobernarían con Él. Todas sus expectativas y sueños se frustraron, cuando le vieron entregarse para ser crucificado en la cruz. No entendieron nada.

Después de Su resurrección Jesús cómo un buen pastor, fue a buscar las ovejas que se habían descarriado. Su arresto, sentencia de muerte, y su crucifixión fue un golpe terrible a su fe. Desilusionados, desanimados y tristes, comenzaron el largo camino de regreso a sus casas. Pensaron ¿Para que seguir creyendo en el Mesías? ¡Jesús esta muerto! La vida ya no tiene sentido. Se preguntaron entre ellos. ¿Hemos sido engañados? ¿Qué va a pasar con nosotros ahora? Mientras andaban y recordaban los hechos, de los últimos días, el Señor se acercó a ellos, pero no le reconocieron porque no le esperaban ver. El les preguntó: “¿que vienen discutiendo por el camino? ¿Por qué estáis tan tristes? Aunque no eran de los doce, Jesús se preocupó por cada uno de sus discípulos. También a nosotros nos busca cuando nos alejamos de Él. Él oye nuestras conversaciones y conoce nuestros pensamientos.

Hay pocos que no han andado por este camino, alejándose cada paso más de su Jerusalén. Es el tramo que nos distancia de la ciudad santa, el lugar donde se hicieron consagraciones profundas y sagradas, el lugar del aposento alto, el lugar donde Dios quiere que estemos. Para estos dos discípulos, Jerusalén les hizo recordar la crucifixión de su Señor, el lugar de sufrimiento y la perdida de todas sus esperanzas. Era el sitio de desengaño, desilusión y dolor. Querían irse lo más lejos posible de todas estas escenas dolorosas, los traumas, el sufrimiento y la perdida de fe. Los recuerdos de los últimos días eran como una pesadilla, y esperaban despertar y encontrar que lo ocurrido era solamente un sueño malo. Al no entender Las Escrituras, estaban a punto de perder su fe.

Cuando pasan cosas que no entendemos, cosas que no tienen lógica, ni explicación, nuestra fe es probada, como por fuego. San Pablo nos anima de tomar el escudo de la fe. El escudo es para un soldado en guerra, para apagar los dardos de duda y condenación. Si no estuviéramos en una guerra, no sería necesario la armadura, ni la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado.” (1ª Timoteo 6:12)

Los discípulos eran tan humanos como nosotros y padecieron las mismas tentaciones. Sin tener la fe en un Cristo vivo, no tenían el valor o el denuedo de continuar luchando. Se escondieron temiendo la misma suerte que su Maestro. La perdida de fe es como la muerte y se necesita una resurrección. El apóstol Pedro escribió:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,



para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,



que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.” (1ª Pedro 1:3-5)



El camino de vuelta

Sigamos de cerca el relato de los dos discípulos en el camino de Emaús y veamos lo que podemos aprender de esta narración:

1) En primer lugar Jesús estaba conciente de su situación. Él les escuchaba. No ignoraba su estado de ánimo. No estaban solos. No se podían alejar de Su amor y cuidado.

“Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo SE ACERCÓ, y caminaba con ellos.” (Lucas 24:15)

Desalentados, habían abandonado toda esperanza, pero, gracias a Dios, el Buen Pastor anduvo buscándoles y presentándose a sus ovejas, una por una. Fue buscando las ovejas descarriadas y una por una, fue renovándoles y devolviéndoles su fe que había sido tan zarandeada.

Es tiempo, de que nosotros también reconozcamos al extranjero caminando con nosotros. Él está caminando a nuestro lado, escuchando nuestra confesión de duda, sintiendo la tristeza y el desaliento que sentimos y listo para revelarse a Sí mismo de nuevo como el Señor resucitado.

No sigamos más caminando en este camino de Emaús, pero reconozcamos nuestra condición, arrepintámonos de nuestra ceguera y lentitud de corazón, y creamos, y así restableceremos la comunión con Dios.

2) En segundo lugar, no se dio a conocer a ellos en el principio físicamente, sino que antes les dejó hablar y expresar sus sentimientos, su desilusión y sus heridos. Preguntó: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”

“Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”

3) Tercero, la confesión de su fe perdida en el versículo 21 es muy significativa:

"Pero nosotros ESPERÁBAMOS que Él era el que había de redimir a Israel, y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.”

Habían sido testigos de la sepultura y la muerte aparente de todas sus esperanzas. Las palabras, "Pero nosotros esperábamos" revela claramente que su fe estaba en el PASADO. Habían confiado, pero ¿ahora qué? ¿Les habían engañado Sus promesas? Decimos NO enfáticamente. "Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Números 23:19)

¿Esta tu fe también en el pasado? ¿Ha flaqueado en tu confianza en el poder y el amor de Dios? Los discípulos le dijeron, "y además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido." ¡No midas las promesas de Dios por los días! La fe no está en el pasado, ¡es parte del presente! Dios es eternamente "YO SOY". Después de cuatro días, Jesús dijo a María: "¿No te dije que si crees VERÁS LA GLORIA DE DIOS?” (Juan 11:40) La naturaleza de Dios, su amor, su poder y su Palabra, ¡son eternas e inmutables! “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos." (Hebreos 13:8)

4) Cuarto, en vez de revelarse a ellos, les abrió el ENTENDIMIENTO, citando las escrituras. Es de notar que Jesús después de escuchar sus quejas e inquietudes les regañó diciendo: “¡Que tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” Antes de mostrarles sus manos y su costado apeló a Las Escrituras para abrir su entendimiento. Les dio una prueba MAYOR que la vista y era la infalibilidad de las profecías. San Pedro utilizó las mismas tácticas dando mas credibilidad a Las Escrituras que su propia experiencia en el Monte Santo cuando escuchó la voz audible de Dios diciendo: "Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con Él.” (2ª Pedro 1:17) Esta revelación vino para confirmar la palabra de los profetas, pues una experiencia, no puede ser un sustituto por la Palabra.

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.” (2ª Pedro 1:19)

Después de que Jesús había escuchado la conversación de los discípulos tristes, comenzó a exponer a ellos las escrituras que hablaban de Él. Este es tu próximo paso: “Cómete el rollo que te estoy dando hasta que te sacies.” (Ezequiel 3:3) Jesús está en cada página de la Palabra. Él es el Verbo hecho carne. Lo encontrarás en la Palabra. Tu fe será restaurada cuando permites que la Palabra se convierta en parte de ti. Medita en él día y noche.

Somos criaturas emotivos y a veces damos mas credibilidad a cómo nos sentimos en vez de lo que hemos creído. Es mas fácil intentar entender, que de creer. Toda la vida cristiana se puede resumir en esta palabra de Habacuc, repetido después por el apóstol:

“Mas el justo VIVIRÁ POR FE; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.



Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” (Hebreos 10:38-39)

Seguramente citó Isaías 53:

“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.”



“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.



Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:4-5)

5) El siguiente paso se encuentra en los versículos 28 y 29. “Él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros.” Este extranjero que les iba aclarando sus dudas y animándoles a seguir creyendo, hizo como que si iba a continuar su viaje. Después que llegaron a Emaús, Jesús no se invitó a si mismo. Les dio bastante luz para que ellos le rogasen a quedarse. Dijeron: “Quédate con nosotros, pues se hace tarde.” Esto debe ser nuestra oración.

“y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: QUÉDATE con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.”

Recordemos que Cristo nunca forzará Su entrada. Él quiere oír tu invitación. Cómo Jacob cuando clamó: "No te dejaré, hasta que me bendigas." (Génesis 32:26)

¡Oh, que anhelemos con todo nuestro corazón que Él se quede con nosotros! ¡Que la promesa de Su presencia sea la pasión de nuestra vida! Su Palabra declara: "Mi presencia irá contigo, y te daré descanso." (Éxodo 33:14) "Yo nunca te dejaré ni te abandonaré." (Hebreos 13:5)

6) Ahora vemos una hermosa imagen de Jesús entrando en la casa en la aldea de Emaús a cenar con los discípulos.

“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.



Entonces les fueron ABIERTOS LOS OJOS, y le reconocieron; mas Él se desapareció de su vista.” (Lucas 24:31-32)

Después que entraron en casa y estuvieron sentados a la mesa, el Señor Jesús tomó el pan y lo bendijo y sus ojos fueron abiertos. De repente lo reconocieron. ¡Estaba vivo! ¡Es el Señor! ¡Todo no se ha acabado! ¡Hay esperanza aún! ¡Dios tiene un plan, todo no ha sido un accidente fuera de su control! ¡Todo formó parte del plan de Dios!

La fe opera por el amor. Al creer que Dios nos ama, que reconoce y aprecia nuestra obra de fe, volverá el coraje de seguir luchando. No hay imposibles para Dios. Como los discípulos, amedrentados en la tormenta, viendo a Jesús durmiendo en el barco, a veces clamamos: “¿Señor, no te importa que perecemos? El silencio de Dios no significa su abandono. Hay que seguir creyendo cuando no puedes ver la luz al final del túnel. Lo que el Señor le dijo a Pedro una vez, se puede aplicar a nuestra situación también. “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.” El padre del muchacho epiléptico exclamó: “Creo Señor, ayuda mi incredulidad.” Dudarle es traicionarle. Corramos con paciencia nuestra carrera de la fe, mirando a Jesús el autor y consumador de nuestra fe. El que mantiene su fe hasta el final será salvo. Muchos caerán, muchos se enfriaran, y se apartaran del camino pero el que sigue fiel hasta el final será salvo. El es poderoso para guardarnos sin caída, y de presentarnos santos e irreprensibles delante de Su presencia con gran alegría.

Después de que hayas escuchado Su voz y le hayas permitido entrar, pon delante de Él lo mejor en tu vida. Muchos no tienen la íntima comunión con Cristo porque están reteniendo y no han dado todo libremente. Permitirle tomar el sacrificio de tu vida como Él tomó el pan, permítale bendecirlo, romperlo, y luego tus ojos se abrirán. ¡Verás como Él es! Tus ojos contemplarán al Rey en Su belleza. Experimentaras el surgir de tu fe nuevamente. ¡Tendrás la fe restaurada!

Los dos discípulos regresaron a Jerusalén con gozo y con un mensaje que puede cambiar el mundo. ¡El Señor ha resucitado! ¡Él está vivo! San Pedro escribió: “Habiendo renacido a una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos.”

Confiesa ahora: “Él vive y me ama, me ha adoptado en Su familia, no me dejará huérfano.” Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo.” El Cristo en nosotros vencerá al mundo, el diablo y la carne. Desencadena Su poder y tu potencial por la fe. Toma el lado de Dios, espera un milagro y no dimitas jamás.

¡Señor restáuranos! Haz resplandecer Tu rostro

Los discípulos experimentaron la restauración de la fe. Asimismo, necesitamos que Dios avive nuestra fe en Él. El rey David, en el salmo 80, suplicó tres veces la misma oración:

“Oh Dios de los ejércitos, RESTÁURANOS; Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos”.

Creo que su clamor es el que actualmente necesita la Iglesia y debería brotar en cada corazón. Muchos hemos sido decepcionados, defraudados, heridos, otros estamos titubeando y tambaleándonos: ¡Señor RESTÁURANOS, haz resplandecer Tu rostro y seremos salvos! Señor restaura nuestros dones, renueva nuestra fe. Suba esta plegaria al cielo como el incienso y descienda como lluvia tardía, trayendo torrentes de bendición sobre la Iglesia.

Cada experiencia traumática, cada sufrimiento, tristeza y desunión, en nuestras vidas, ha ido minando algo de nuestra fe, pero Dios ha prometido:

“Y os RESTITUIRÉ LOS AÑOS que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.



Comeréis hasta saciaros, y ALABARÉIS el nombre de Jehová vuestro Dios…y Mi pueblo nunca JAMÁS SERÁ AVERGONZADO.” (Joel 2:25-27)

Seremos saciados, con el gozo del primer día en que recibimos el bautismo del Espíritu Santo y donde quiera que estemos podremos regocijarnos y alabarle.

Dios ha prometido restaurar la fe, la visión, para emprender algo nuevo. No perdamos la ilusión. Sinceramente, mi fe ha sido sacudida y probada por fuego, si hoy estoy en pie, es por la pura gracia de Dios que me está sosteniendo y restaurando. Él me está avivando, dándome visión y nuevas fuerzas.

David, en su oración por la restauración, cantaba:

“Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan”. (Salmo 126:1)

Soñamos que Dios nos reavive con los dones del Espíritu Santo; entonces, aguardemos no solamente la sombra de Pedro cayendo sobre los enfermos, sino también la otra parte, la persecución. Existen amenazas, cuando hay avivamiento. El avivamiento no es para sentirnos mejor, sino para que el nombre de Dios sea glorificado, honrado, bendecido y los demás nos vean como “epístolas vivas” reflejando Su gloria.

No creo que vengan tiempos mejores, al contrario, van de peor en peor, pues la opresión satánica es cada día mayor. Si sabemos que estamos en los últimos tiempos, hasta cuando estaremos esperando un ángel que venga a remover el agua. ¿Quieres ser ungido del Espíritu Santo? ¿A que esperas? Cuando el profeta Daniel, supo que la profecía de los 70 años de cautiverio de su pueblo se había cumplido y era tiempo que Israel quitara el yugo de su cuello, comenzó a buscar al Señor y la Biblia dice:

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, BUSCÁNDOLE en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza”. (Daniel 9:3)

Reclamemos las promesas de Dios, la restauración de nuestras vidas y hogares, de la unidad de la Iglesia, los dones del espíritu, el don de intercesión, el espíritu de oración, la disciplina apostólica que hubo en la Iglesia primitiva, el temor de Dios como resultado de esa disciplina, el gozo de la salvación y la conversión de los pecadores.

Dios tiene algo para mí, y aún no lo he visto. No puedo decir, como el siervo Simeón: “Ahora, Señor, despide a tu siervo en paz, conforme a Tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación”. (Lucas 2:29-30). ¡Quiero ver la grandeza de la gloria de Dios en España! Por esta razón, cada vez que predico digo: “Señor restaura a Tu pueblo”.

Amen.

Un abrazo paternal,

Daniel

EL MUSICO ALFREDO ACEBEY

 
He aquí al hermano Alfredo Acebey quén es un músico que interpreta pasajes de la Bíblia con su charango.
Su tel. 1352-688-5691.
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UN SALUDO FRATERNAL PARA TODOS

 
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Rev Leonides Penton Amador.